sábado, 13 de octubre de 2018

Mute

Desde ayer hasta hoy pasaron años,
ya no recuerdo la última palabra
del discurso de la poesía.
Definitivamente fue otra vida.
Pude meter los dedos en la licuadora
para tranquilidad de la infamia:
un licuado exquisito de páginas en blanco
pero la poesía jamás
se dejaría reprogramar el parto.
Llovió irreversibilidad,
llovió una tormenta de arena.
Pude hacerme una playa
o un desierto
pero la poesía siempre fue un reloj
y aposté todo a la espera.
Definitivamente lo mío no son las apuestas.

Raquel Nieto