jueves, 1 de marzo de 2018

El tesoro

Cuando tenía once años, como ahora tiene mi hija, estaba visitando a mis abuelos que vivían en un pueblo que parecía de dos siglos atrás porque no había luz eléctrica, así que nadie miraba televisión, directamente no tenían televisores, ni computadoras, ni tablets, ni celulares porque tampoco existían... así que la gente cuando terminaba de trabajar se juntaba a contar historias.

Esa tarde habían venido a la casa de los abuelos varios vecinos, tomaban mates, comían bizcochos y se reían. Cuando se puso oscuro prendieron un farol que iluminaba pero también agrandaba las sombras. Afuera los grillos, tal vez también reunidos entre vecinos estarían contando historias de grillos porque se escuchaba que hablaban cri cri cri cri sin parar.

De pronto mi abuelo mencionó: "el tesoro que todos conocemos volvió a brillar". Yo que miraba por la ventana me di vuelta y le clavé los ojos para averiguar si había entendido bien. Todo se volvió suspenso. Hasta los grillos se callaron.

- ¿Hay un tesoro por aquí abuelo?

- Sí, algunas noches brilla una luz en casas abandonadas -respondió mi abuelo pausadamente mientras yo lo miraba con ojos de búho y boca abierta de grillo sorprendido.

- ¿Y qué hay adentro de los tesoros?

- Son tesoros de esmeraldas y libras esterlinas -respondió Chichina, la vecina que vivía al otro lado de la plaza.

- Los que lograron abrir un tesoro encontraron monedas de plata -agregó don Victor Moreno.

- ¿Y cuándo podría empezar a cavar para buscar un tesoro para mí?

- No m'hijita -respondió mi abuelo Saúl-, son tesoros protegidos, no hay que sacarlos. Yo sé dónde están pero ahí se tienen que quedar porque ese dinero tenía dueños que se murieron en la guerra o de alguna enfermedad. Tu tesoro no tiene que ser el que otros escondieron, cada cual tiene que hacer su propio tesoro con trabajo, con esfuerzo y con amor.

Esa noche me fui a dormir con la duda de si esos tesoros existirían o no, si en realidad alguien habría encontrado un tesoro lleno de monedas de plata y esmeraldas, si yo alguna vez tendría un tesoro...

A la mañana siguiente no me había olvidado de los tesoros, pero pensé que quizás era solo un cuento de los que se cuentan a la luz de un sol de noche. Pensando estaba en esto cuando apareció Chichina, me dio algo chiquito en la mano, me dijo "Guárdalo niña" y se fue, como si nunca hubiera venido. Cuando abrí la mano tenía una piedrita verde, nadie jamás me sacaría de la mente que esa era una esmeralda.

Ahora que han pasado más de treinta años sé que los tesoros sí existen, que se llama luminiscencia lo que sucede cuando un gas sale de la plata enterrada y brota a la superficie, que muchos descubrieron tesoros y sí encontraron libras esterlinas y esmeraldas, y que mi abuelo tenía razón: el verdadero tesoro es haber escuchado historias en rueda de amigos a la luz de un farol, haber jugado, haber crecido rodeada de amor, haber aprendido que los sueños se logran trabajando por ellos.

Raquel Nieto
Rosario, 1 de marzo de 2018