miércoles, 31 de octubre de 2018

Déja vu

El vacío y yo nos conocemos
desde que bajaste la escalera,
desde la confesión de parte
conque se inició tu ausencia.
El silencio heló mis venas 
y el corazón hasta volverlo piedra,
para hacerlo trizas con excusas
como un gong a los cristales de Bohemia.
Es un horror,
jamás encontraré mis pedazos.
¿Sabés cuánto me cuesta 
reconstruír la mirada,
la que tenía luciérnagas 
y se quedó sin lágrimas?
No hay forma de volver a las pérgolas,
las brujas,
o la farola de Costa Alta;
ni siquiera pagando el precio más caro.
Primero, lo que queda se llama vacío,
segundo, no se negocia con el vacío
y llamarle vacío al Señor Vacío
no es metáfora sino eufemismo...

Raquel Nieto